Preocupación por no encontrar su verdadera vocación a los 30 años de edad


Hiroaki (seudónimo) de 29 años, todavía recuerda cómo en sus días de secundaria vio un anuncio en una revista de lucha libre que le dio grandes esperanzas y expectativas: «Contratamos a alumnos japoneses de lucha libre», decía el anuncio, publicado por un luchador profesional y un compatriota radicado en Puerto Rico. Hiroaki pensó que era su vocación.

Cuando se graduó de la escuela secundaria, se apresuró a hacer maletas y en muy poco tiempo viajó al otro lado del mundo para llegar a su «trabajo ideal». Sus padres cubrieron la cuota de inscripción que fue de unos 300,000 yenes ($3,900USD).

Sin embargo, una vez allí, sus sueños se hicieron muy pronto añicos. La convivencia con otros alumnos resultó ser más difícil de lo que esperaba – en la noche dormían hacinados. Tan solo cuidarse a sí mismo no fue una tarea fácil. A pesar de que fue capaz de aguantar el entrenamiento, Hiroaki dejó su sueño y regresó a Japón en menos de un mes.

Después, trabajó a tiempo parcial y obtuvo una licencia de una escuela técnica especializada en tecnologías de la información (TI).Después de su graduación, encontró un trabajo como ingeniero de sistemas – una ocupación que admiraba.

Estaba enamorado de su trabajo, por lo que las largas horas de trabajo – a veces todas las noches – no le molestaban. Sin embargo, después de algún tiempo, la falta de comunicación con los clientes le propició sentirse insatisfecho. En dos años dejó la empresa.

Su siguiente trabajo como policía tal vez sería mejor, sin embargo, sus expectativas superaron a la realidad. Lo enviaron a un módulo de vigilancia donde estaba encerrado día y noche, donde no podía ni siquiera tomar una pequeña siesta . Aún así duro un año como policía.

Ahora se ha decidido por elegir un trabajo que realmente le gusta, ya que tiene pensado iniciar un negocio de e-books. «La lectura es mi pasatiempo y también parece que (la industria) crecerá en el futuro«, dijo.

Mientras tanto, Megumi (seudónimo), de 32 años, pasa los últimos días en su trabajo actual en una compañía productora de televisión, una industria en la que siempre había querido trabajar.

Después de su graduación de una universidad pública en 2004, ella comenzó a trabajar en una empresa de TI como una ingeniero de sistemas. «Hice mi mejor esfuerzo en el trabajo, pero en algún momento empecé a sentir como si estuviera trabajando sólo por el dinero», recuerda Megumi. La falta de motivación en el trabajo aumentó su interés en salir con los amigos por la noche, lo cual era era mucho más divertido que el trabajo.

Queriendo encontrar un trabajo «que fuera divertido», Megumi decidió seguir una carrera diferente. Fue en esa época cuando un conocido la contactó con una pequeña compañía de producción de TV en Tokyo, en donde eventualmente la contrataron.

Su salario anual disminuyó en alrededor de 1.7 millones de yenes, en comparación a lo que ella había ganado en su empleo anterior. Sin embargo, esto no le molestaba porque parecía que había encontrado el trabajo perfecto.

La empresa en sí era cuestionable en muchos aspectos – no había nóminas mensuales, los salarios se definían según el cambiante estado de ánimo del presidente, los dejaban fumar al interior de la oficina y el estado del contrato de Megumi fue cambiado repentinamente a tiempo completo.

Con el paso del tiempo, se dio cuenta de que la prioridad de la empresa eran las ventas a expensas de las necesidades de los espectadores. A menudo, los entrevistados que acudían a las grabaciones los hacían sentir incómodos, sólo por el bien de los programas.

Megumi comenzó a cuestionarse a sí misma – «¿Es esto realmente lo que los espectadores quieren ver?». En noviembre del año pasado, presentó su carta de renuncia.

«No creo que mi próximo trabajo sea para toda la vida», dice Megumi, que a partir del presente, no ha decidido cuál es su próximo objetivo. Ella tiene pocos ahorros y podría no ser capaz de cubrir el alquiler de este mes.

«Cuando la gente en sus 20 años comenzó la búsqueda de empleo en la década del 2000, que era el momento de la reforma estructural del primer ex-ministro Junichiro Koizumi, muchos jóvenes en ese momento tenían grandes expectativas en que la sociedad y sus normas pudieran cambiar «, dice Masahiro Yamada, profesor de sociología en la Universidad de Chuo.

En el momento de la reforma estructural de Koizumi, una serie de empresas de TI y de riesgo, a cargo de presidentes jóvenes, surgieron de la nada en todo Japón y parecía que los jóvenes podían perseguir otros sueños y oportunidades, en lugar de trabajar en empresas consolidadas que les proporcionarían estabilidad financiera a futuro. De ahí que esa generación, ahora jóvenes adultos en sus 30 años, no han podido encontrar su verdadera vocación y una estabilidad económica, ahí la preocupación.

Fuente: Mainichi Shinbum