«Cup Noodle», un invento japonés práctico y rápido


Momofuku Ando creó los fideos instantáneos impulsado por la escasez de alimentos en la posguerra

Entre los muchos inventos japoneses que hoy en día facilitan la vida de los seres humanos en todo el mundo están los fideos instantáneos, que se saborean ya en más de 80 países. Incluso los latinos que viven en Japón disfrutan de este socorrido alimento rico y fácil de preparar, llamado en japonés insutanto ramen.

Su inventor, Momofuku Ando, afirma lo siguiente en un escrito que recoge los principios de su empresa, Nisshin Shokuhin: «Comer es lo más importante para un ser humano. Si no hay comida, no podemos mantenernos vivos. Del arte, de la cultura, del pensamiento…, de todo esto se podrá discutir recién cuando haya comida suficiente». La idea, primitiva pero demoledora, está muy relacionada con el nacimiento de los fideos instantáneos, allá por el año 1958.

Ando, nacido en Taiwán en 1910, quedó muy impresionado al ver el hambre que pasaba la gente en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Poco después de que Japón se rindiera a los aliados el país cayó en una dura crisis de abastecimiento de comestibles, ya que el sistema de racionamiento se demostró inútil.

Los nipones se veían obligados a obtener alimentos en el mercado negro. Sobre todo, la situación en las grandes ciudades como Tokio y Osaka era muy grave y la gente daba vueltas y más vueltas buscando desesperadamente algo que llevarse a la boca. Incluso había mujeres que viajaban a provincias llevando sus quimonos para ofrecerlos a los agricultores a cambio de verduras o arroz.

Ando conoció aquel caos de primera mano. Se quedaba mirando a aquellas personas hambrientas que formaban interminables colas para comer ramen en alguno de los míseros puestos improvisados entre las ruinas de la guerra. Esta imagen quedó grabada en su mente. «¿No se podría conseguir un ramen que sea fácil de preparar?», se preguntó. Su idea era crear unos fideos chinos que pudieran comerse en cualquier sitio donde hubiera un tazón y unos palillos. Este fue el punto de partida hacia el glorioso invento.

Ando puso manos a la obra en su casa, apenas una choza ubicada en la ciudad de Ikeda (Osaka). No fue un trabajo fácil. Bastará decir que necesitó más de diez años para lanzar su invento al mercado. Lo que más le costó fue encontrar la forma de conservar los fideos ya sazonados.

Su imaginación no daba más de sí. Se le agotaban las ideas. Una tarde salió de su «laboratorio» y fue a buscar inspiración a la cocina familiar donde su esposa estaba preparando tempura (fritos de verdura). Fue entonces cuando se dio cuenta de que al ser introducido el rebozado en el aceite, el agua que contenía el frito se volatilizaba formando huecos en la mezcla usada para el rebozado.

Esto le dio la idea de freír primero los fideos para deshidratarlos, de forma que solo hubiera que echarles agua caliente para comerlos. El agua penetraría por los huecos formados al freírse y el fideo aparecería a los ojos del consumidor como recién cocinado.
Para el sabor de la sopa, Ando escogió el del caldo de pollo. «El pollo constituye la base de la sopa en los países gastronómicamente desarrollados, como Francia, o China. Vamos a probar, pues, con el pollo, cuyo sabor no es pesado ni fuerte, es un sabor que le gusta a todo el mundo», se dijo el inventor.

Ando amasaba la harina en finas láminas, las enrollaba y luego las cortaba finamente para conseguir los fideos. Los cocía al vapor, los sazonaba con el extracto de la sopa de pollo y los freía. Después de ensayos y errores, el japonés lanzó al mercado, en 1958, los primeros fideos instantáneos del mundo.

la gente lo calificaba de «ramen mágico» porque bastaba con echar agua caliente y esperar dos minutos para saborear unos fideos calientes. El invento se hizo popularísimo aunque los tiempos habían cambiado mucho y los japoneses ya no morían de hambre: el país estaba inmerso en el proceso de rápido crecimiento económico que luego fue conocido como «milagro japonés». En el Libro Blanco de la Economía (anuario oficial) correspondiente a 1956, el gobierno nipón dio por finalizado el periodo de posguerra.

El producto fue denominado Chikin Ramen. «Un nombre tan sencillo que todo el mundo podía memorizarlo con facilidad», recordaba Ando años después. Salió a un precio de 35 yenes en una época en que el sueldo mensual medio era de unos 19.000 yenes.

GLOBALIZACIÓN DEL INVENTO
Conforme los fideos instantáneos iban integrándose en la vida cotidiana de los japoneses, Ando fue convenciéndose de que su invento podría tener éxito también en el extranjero. Ni corto ni perezoso, se dirigió a Estados Unidos. Pero allí pronto comprobó que los norteamericanos no usan ni palillos ni tazón cuando comen fideos. Este descubrimiento fue la primera piedra de otro invento, el kappu ramen, que es un setto (set) en donde el fideo viene dentro de un envase de usar y tirar en forma de tazón o cuenco.

Estaba en vena, no había nada que no le sirviera para gestar una nueva y genial idea. En un avión que tomó para viajar al exterior, le sacaron unos frutos secos en un envase con cubierta de aluminio. Otra chispa para su inspiración. «¿No podía hacerse lo mismo con los fideos instantáneos?». Se llevó el recipiente vacío y lo llevó a su empresa, donde todavía se guarda.

Trece años después fue presentado el primer kappu ramen que es un set en donde el fideo ya venía dentro de una taza descartable. El precio de 100 yenes era muy caro, en comparación con los fideos instantáneos sin tazón, que costaban unos 25 yenes. Las tiendas rechazaron el nuevo producto, denominado «kappu nudoru», pero esta negativa fue un nuevo incentivo para Ando, quien consiguió abrir nuevas rutas de comercialización.

Las Fuerzas de Autodefensa de Japón se convirtieron en su primer cliente. Los soldados se alegraron mucho de poder comer fideos de una forma tan cómoda y práctica en los campos de  entrenamiento. Les siguieron los policía y bomberos de guardia. Por otra parte, los empleados de Nisshin hicieron campañas en estadios y parques, donde la gente no solía comer el ramen instantáneo.

Pero el kappu ramen recibió su impulso definitivo a raíz de una operación de rescate de rehenes. El 19 de  febrero de 1972 cinco miembros del grupo terrorista Ejército Rojo tomaron una pensión en Karuizawa (Nagano) secuestrando a una portera y reclamando la liberación de sus compañeros detenidos. La toma duró diez días y fue televisada en directo. Un total de 3.000 policías fueron movilizados para el rescate y trabajaron de día y de noche sin descansar. Hacía un frío tremendo y nevaba.

Los televidentes siguieron con incredulidad los tiroteos y a aquellos policías que comían un kappu ramen con el que parecían reconfortarse y entrar en calor. Los periodistas que cubrían el suceso los imitaron e hicieron pedidos de kappu nudoru a Nisshin Shokuhin. Poco tiempo fue necesario para que todos los japoneses se lanzaran a degustarlos y los incluyeran definitivamente en su dieta.