La Navidad en Japón


Japón reinventa la Navidad cristiana sustituyendo ritos religiosos y comilonas por veladas románticas y mucho afán de consumo, apoyado en conocidos símbolos adaptados a la tradición local, como Santa-san.

Con menos de un 1 por ciento de población cristiana y el sintoísmo y el budismo como sus principales creencias, Japón vive a su manera una Navidad importada que llegó al país en el siglo XVI con los misioneros portugueses y españoles y se entronca ahora con la cultura del gasto.

Las calles y los comercios de las urbes de Japón se engalanan desde hace días de luces y adornos, que van de los más tradicionales pinos, con sus bolas y estrellas, a las más peculiares versiones niponas de las fiestas.

Así, la figura de Santa Claus lleva un siglo entre los nipones, con hitos como su primera aparición en la revista «Amigos de los Niños» en 1914 y, siete años más tarde, con su salto a la gran pantalla en la producción «El alma en la calle».

Los grandes centros comerciales de Tokio se iluminan estos días con miles de bombillas y fluorescentes, muchas de ellas de bajo consumo para reducir el gasto energético, con formas de concha o corazón, mares de luces o arcos que imitan auroras boreales, mientras ofrecen productos estrella como la Wii de Nintendo.

La Torre de Tokio, una réplica de la parisina Eiffel, celebra cada día la llegada de la Navidad con un despliegue de 14.000 bombillas blancas que, al parpadear a lo largo de sus 333 metros de altura una vez caída la noche, simulan una luminosa nevada.

En estas fechas se produce el mayor pico de ventas del año en los establecimientos japoneses, según declaró a Efe, Yuko Harima, responsable de Bic Camera, una de las cadenas comerciales de electrónica más importantes del país.

«Estas navidades tendrá mucho éxito la Wii de Nintendo y los principales clientes que tenemos son padres en busca de un regalo para sus hijos», aseguró Harima.

Sin embargo, no es tan frecuente que los adultos se intercambien obsequios y tampoco se organizan grandes banquetes.

Según un informe de la empresa de investigación de mercado Dentsu, entre el 24 y el 25 de diciembre de 2006 los residentes en la zona metropolitana de Tokio se gastaron casi 6.700 millones de dólares (4.600 millones de euros).

El día 24 de diciembre está pensado para las parejas y muchos jóvenes solteros se afanan en buscar su media naranja durante las jornadas previas, aunque solo sea temporalmente, para poder cumplir con la tradición de celebrar una velada romántica en restaurantes y hoteles.

Sin turrón ni mazapán, en Japón se impone el «Pastel de Navidad», una tarta especial para Nochebuena, habitualmente de merengue y fresas, cuya demanda es muy alta hasta el día 24, pero que se vende de saldo a partir del 25.

Un dicho japonés hace un paralelismo cruel entre la «vida» de esta tarta y la de las jóvenes japonesas, y afirma: «Pasteles de Navidad: casaderos hasta los 25 años y necesitados de grandes descuentos después para encontrar pareja».

No obstante, la expresión está cayendo en desuso debido a que la edad media para pasar por el altar ha subido.

La religiosidad aflora en Japón el 31 de diciembre y el 1 de enero, con la despedida del año viejo y la entrada del nuevo.

Los últimos días del año los nipones realizan una limpieza especial en el hogar, un gesto que simboliza la preparación y la renovación espiritual ante un cambio de ciclo.

Esta costumbre forma parte de la tradición «Omisoka», que incluye un menú de Nochevieja de sopa con fideos (Toshikoshi) y campanadas en los últimos momentos del año, en este caso 108, una por cada tipo de pecado existente en el mundo según creencias budistas.

Con el Año Nuevo tiene lugar una de las festividades más importantes de Japón, el «Shogatsu», de origen sintoísta, una jornada en la que las familias se reúnen y visitan templos para dar las gracias por el año que se va y pedir fortuna para el futuro.

EFE